jueves, 17 de diciembre de 2009

Panamá conmemora XX aniversario de la invasión militar norteamericana

En el marco de las guerras desatadas por el presidente Reagan se puede hacer una lectura de la invasión militar de EEUU a Panamá el 20 de diciembre de 1989. El primer dato se refiere a la política de desestabilización emprendida por EEUU contra Panamá. Esta política de Washington se entiende mejor en la estrategia global de “contención” de la URSS, la desestabilización económica de América latina y la guerra “sucia” en América Central.
En el caso de Panamá, en julio de 1981, apenas seis meses después de que Reagan llegara a la Casa Blanca, el jefe de la Guardia Nacional de Panamá, el general Omar Torrijos, muere en un accidente aéreo misterioso. Después de una breve transición, en 1983 llega a la jefatura de la institución armada Manuel A. Noriega, quien la transforma en las Fuerzas de Defensa y es ascendido a general.
EEUU había participado directamente en la creación de la Guardia Nacional en 1953 e, igualmente, su mano está presente en 1983 con la creación de las Fuerzas de Defensa (FDP). Según Noriega, las FDP tenían dos objetivos estratégicos. Convertir la policía militar panameña en un Ejército con capacidad tanto defensiva como ofensiva, teniendo como modelo su homólogo israelí. Por el otro lado, asistir a EEUU en la defensa del Canal y en su política militar en Centro América. (Pocos años antes la revolución sandinista en Nicaragua había eliminado la dinastía de los Somoza que duró 45 años en el poder).
En 1983 ya había desaparecido la Zona del Canal de Panamá pero la presencia de las bases militares norteamericanas con 40 mil efectivos de todas las ramas seguía muy presente rodeando el Canal. Además, EEUU tenía instalado en el Istmo al Comando Sur y a la tristemente célebre Escuela de las Américas.
En el transcurso de la década de 1980, Panamá recibió varias de las bases que desalojaba EEUU cumpliendo con los Trtados Torrijos Carter. Además, las FDP recibía generosas donaciones de armas y equipos militares de Washington. Todo indica que las FDP prestaban servicios a EEUU en las guerras centroamericanas.[1] Varios estudios de especialistas regionales y de EEUU indican, además, que el gobierno norteamericano incrementó el tráfico de drogas en la región centroamericana para financiar la guerra ilegal contra los sandinistas en Nicaragua y el apoyo a los militares salvadoreños que contenían la insurgencia del FMLN en El Salvador. (Ver el escándalo “Irán-Contra”).
Las FDP de Noriega tenía dos fuentes de ingreso extraordinarios que las convirtió en una institución muy poderosa con influencia en la región y con un poder casi absoluto en Panamá. En 1984, las FDP le imponen al recién nacido Partido Revolucionario Democrático (fundado por Torrijos) la candidatura de Nicolás Ardito Barletta (vice-presidente del Banco Mundial) seleccionado a dedo por el Departamento de Estado. Sólo dura un año y es reemplazado por un representante de la oligarquía financiera panameña, Eric A. Delvalle, quien es reemplazado antes de cumplir el año en su cargo.
Los objetivos estratégicos de Noriega – crear el Ejército panameño y convertirlo en nuevo guardián en la sub-región – le estaba creando problemas domésticos e internacionales. En el frente interno, Noriega tenía que lidiar con una oposición de derecha cada vez más fuerte que contaba con buenos contactos en sectores políticos de EEUU. La derecha torrijista (“Frente empresarial”) se dividió y su cabeza visible, Gabriel Lewis Galindo, se trasladó a Washington para colaborar en el derrocamiento de Noriega.
En el frente internacional, Reagan presidía una casa dividida con relación a Panamá. Por un lado, la Secretaría de Estado abanicaba cambios y, por el otro, el Pentágono que pedía prudencia. Para los militares norteamericanos, Noriega aún era una pieza importante en sus planes subregionales. Además, el general panameño les servía en la cadena del tráfico de drogas de Sur América hacia los mercados del norte. Noriega también recibía apoyo de la CIA, la DEA y de las agencias de inteligencia de Israel.
A pesar de las divisiones, en 1987 la Secretaría de Estado logró presentar en una corte federal de EEUU cargos de tráfico de drogas y corrupción contra Noriega.[2] Hay versiones que el recurso fue impulsado por los enemigos políticos de George H. W. Bush quien ya estaba en campaña para suceder a Reagan en la Casa Blanca. El Pentágono, la CIA y la DEA seguían apoyando a Noriega. Para el jefe del Comando Central de las Fuerzas Armadas en Washington, el almirante Crawford, Noriega era una pieza política que hacía mucho ruido pero que garantizaba estabilidad en la región.
El año 1988 fue dominado en EEUU por la campaña a la Presidencia que ganara, en noviembre, Bush padre. Durante la administración del presidente Nixon, Bush había sido director de la CIA. Esta mancha deshonrosa siempre lo persiguió y él trataba de borrarla presentándose como un político pacifista y dispuesto al diálogo. Este estilo de campaña, y su perfil bajo como vice-presidente de Reagan durante 8 años (1981-1989), le ganó el mote de “debilucho” (“whimp”) en la clase política y los medios norteamericanos.[3]
El 21 de junio de 1989, bajo órdenes de Bush, el Departamento de Justicia emitió una “opinión legal extraordinaria” secreta dándole poderes al Presidente para “capturar fugitivos de la ley norteamericana incluso si residen en el extranjero, así como ignorando tratados de extradición y acuerdos internacionales”. La medida tenía relevancia particularmente en el caso de Noriega ya que un juzgado federal de Florida había iniciado un proceso contra el militar panameño acusado de traficante de drogas.[4]
Durante la presidencia de Reagan, la presencia de Noriega era considerada beneficiosa para la política exterior de EEUU. A finales del período de Reagan, sin embargo, con la destitución de Ardito Barleta y la negativa de enviar tropas de las FDP a combatir contra los sandinistas en Nicaragua, se agriaron las relaciones con la Secretaría de Estado. En 1987, EEUU le recomendó a Noriega que se separara de las FDP y dejara su posición de “hombre fuerte” del gobierno. En 1988 la Secretaría de Estado logró imponerle a Panamá un embargo, exigiendo que Noriega abandonara el poder. A todo esto, Noriega se sentía apoyado por el Pentágono, la CIA y la DEA. Además, la Casa Blanca mostraba indiferencia.
Las sanciones norteamericanas incluyeron el congelamiento en EEUU de depósitos, que alcanzaban los US$210 millones, pertenencientes al Banco Nacional de Panamá. Además, un total de 200 empresas norteamericanas que operaban en Panamá suspendieron el pago de sus obligaciones fiscales para con el gobierno nacional que sumaba cerca de US$400 millones anuales. La importación de azúcar panameña fue prohibida y, al mismo tiempo, toda transacción comercial, préstamo, operación de ONG fue suspendida. EEUU también le puso trabas a la flota mercantil que navegaba bajo bandera panameña
El 20 de diciembre[5]
Desde el punto de vista militar, la invasión a Panamá se constituyó en un laboratorio para ensayar un “modelo de guerra total”[6]alterno al de la guerra de baja intensidad. Desde el punto de vista de la política interamericana se inauguró el corolario Bush y se expresó por primera vez la visión que intentaban irradiar los norteamericanos para el nuevo orden mundial.[7] “La invasión a Panamá fue la cuna del Nuevo Orden Mundial.”[8] Con el inicio de la terminación de la Guerra Fría, había que iniciar un nuevo estilo de dirigir las relaciones internacionales en mundo unipolar que se avecinaba.
“Una fuente indicó que murieron entre 700 y 800 personas. Otras fuentes indican que EEUU desarrolló operaciones sanitarias cremando cuerpos con lanza-llamas. Estas actividades se vincularon con la desaparición de personas. Otros relatos de tortura describen como los invasores se ensañaron contra los soldados del regimiento ‘Macho de Monte” de las FDP. Según otros informes, el cuartel de las FDP en la ciudad de Colón fue destruido sin dañar su fachada, matando a todos sus ocupantes (300 miembros de las FDP)”.[9]
Según Acosta “en El Chorrillo, un total de 4 mil viviendas fueron destruidas dejando sin hogar a más de 14 mil personas”. La destrucción fue el producto de un bombardeo de 4 horas seguidas entre las 12:15am a las 4:15am del 20 de diciembre. “El pueblo rural de Pacora fue bombardeada con sustancias químicas lanzadas por helicópteros del Comando Sur. Según testigos de Pacora, el pueblo fue cercado con alambre de púa para evitar que los pobladores pudieran asistir a los soldados en el área. Panamá también sirvió de conejilla de india para experimentar nuevas armas de guerra. Entre éstas se destacaron saltos en paracaídas de 160 metros y el uso de aparatos oculares para ver de noche. El arma más exótica usada en la invasión – sin necesidad alguna – fue el avión F-117A, el bombardero Stealth.[10]
Las fuerzas invasoras se llevaron valiosos botines de guerra, desde armas y equipos --muchos de estos nuevos— así como miles de cajas llenas de documentos y las computadoras del servicio de inteligencia (G2) de las Fuerzas de Defensa. Saquearon piezas arqueológicas irremplazables, joyas precolombinas y tesoros artísticos. Se robaron la primera bandera nacional. Existen testimonios de personas a quienes las tropas norteamericanas despojaron de joyas, dinero y pertenencias.[11]
Miles de personas no combatientes fueron arrestadas y retenidas en campos de concentración durante largos períodos de tiempo tan sólo por el hecho de pertenecer al partido político gobernante, por ser funcionarios del gobierno, por simple sospecha o necesidad de prevención o por puro terrorismo de Estado.
Todos los medios de comunicación (prensa, radio y televisión) –salvo los colaboracionistas – fueron intervenidos por las fuerzas invasoras y sometidas a estricta censura y la totalidad del país fue sometida a un régimen de ocupación violatorio del Derecho Internacional.[12]
Las pérdidas económicas de la invasión se calculan en US$2 mil millones. El desempleo se disparó y la Cámara de Comercio informó que se habían perdido 10 mil empleos.

La causa “diversionista” del 20 de diciembre
Quienes se oponían a la invasión – entre ellos senadores como Dodd, Leahy y Kennedy – cambiaron de parecer y comenzaron a criticar a Bush por su falta de resolución. Las instituciones como el Pentágono, la CIA y la DEA se dividieron, inclinándose a favor de la solución militar. Todo indica que el momento más favorable para Bush y sus “rating” de popularidad para lanzar la invasión era justo antes de Navidad. Aprovecho la ventana que se abrió para demostrar que era un hombre con capacidad de mando, sin importar los costos y pérdidas de vida, y que controlaba las fuerzas armadas más poderosas del mundo.[13]
El resultado inmediato de la invasión de Panamá en EEUU fue un triunfo de la Casa Blanca que supuestamente había actuado en forma eficaz contra un peligroso enemigo. Los críticos de Bush fueron silenciados y el triunfo militar despertó entusiasmo en ambos partidos políticos de ese país. El Congreso aplaudió la fortaleza demostrada por Bush y las encuestas de opinión reflejaron un apoyo del 80 por ciento de las personas consultadas.
Según la analista Jane Cramer, la invasión fue considerda por muchos observadores como el caso de una guerra “diversionista”. Fue concebida, planeada y ejecutada por razones de política interna de EEUU. Una guerra diversionista es promovida y desatada por un líer político con “el propósito de lograr objetivos diplomáticos o militares que pueden contribuir a solucionar sus problemas políticos domésticos”. Cramer agrega que con frecuencia los líderes son motivados por ‘condiciones políticas internas deterioradas’ para iniciar aventuras militares en el exterior.
Una crisis económica, impopularidad en las encuestas, política partidista y ciclos electorales pueden influir en el uso de la fuerza. Para muchos el uso innecesario de fuerza tiende a alimentar estos supuestos. En el caso de Panamá, las razones que EEUU ofreció para justificar la invasión fueron banales y sin mayor sentido. Cramer concluye que “estos hechos apoyan la tesis de que el uso de fuerza para deshacerse de Noriega no tenía que ver con Panamá”. Más se trataba de una manipulación de la opinión pública de EEUU en torno al carácter del ocupante de la Casa Blanca.[14]
¿Qué justifica entonces el uso de una fuerza abrumadora contra un país que no representaba una mayor amenaza para EEUU? Bush invadió a Panamá bajo el supuesto de defender la democracia, de restaurar el orden y de defender a ciudadanos norteamericanos que residían en ese país. Los hechos demuestran que esos objetivos, en realidad, no eran los que perseguía EEUU. Según el sacerdote panameño, Xavier Gorostiaga, “ni la defensa del Canal o el arresto (ilegal) de Noriega justificaba la invasión que “costó por lo menos mil vidas, mucho sufrimiento y daños, sin resolver problema alguno”.
Parry señala que poco antes de la invasión del 20 de diciembre, Bush y el jefe de su Estado Mayor, el general Colin Powell, estaban preocupados por la falta de coordinación militar entre las distintas ramas de las fuerzas armadas de EEUU. Powell exclamaría en un momento, con cierta nerviosidad, ‘hay que colocar un aviso en la puerta diciendo ‘Aquí vive la Súper-potencia’.[15]
Según Coleen Acosta, “la invasión militar de EEUU a Panamá le recordó al mundo que Washington continuaba siendo hegemónica en el hemisferio”.[16] Además, la invasión militar demostraba que EEUU contaba con un líder, el presidente Bush, padre, decidido a “sobrematar”[17] cualquier adversario. Panamá fue escogido en aquellas circunstancias para lograr esos objetivos políticos que le devolvieran al ocupante de la Casa Blanca su prestigio y posibilidades de reelegirse en las próximas elecciones.
Panamá, 17 de diciembre de 2009.

[1] Una interpretación sesgada, típica de los medios norteamericanos, que tenían instrucciones de satanizar la relación entre Noriega y EEUU, la da Jessica Wayne: “Noriega le concedió a EEUU derechos de despegue a los vuelos de máxima altura del avión SR71 Blackbird que le daba valiosa información sobre la guerra contra los sandinistas así como sobre el enfrentamiento entre el FMLN y los militares salvadoreños. Aún cuando Noriega era un traficante de drogas, también le pasaba información sobre las operaciones de sus competidores a la DEA de EEUU”. Jessica Wayne, 2008, Operation Just Cause: A Historical Analysis, Washington: COHA, 15 de julio .
[2] “Washington descartó a Noriega en 1988 cuando fue acusado por tráfico de cocaina en una corte federal de EEUU”. Jessica Wayne, 2008, Operation Just Cause: A Historical Analysis, Washington: COHA, 15 July.
[3] “En el Congreso de EEUU, Bush era acosado. La representante Patricia Schroeder, demócrata de Colorado, lo llamaba el “presidente Revlon” por sólo ofrecer soluciones cosméticas. El representante David McCurdy, (demócrata de Oklahoma) puntualizó que se "está afianzando el debilucho”. (“There's a resurgence of the wimp factor"). Robert Parry y Norman Solomon, The Commander. Behind Colin Powell’s Legend. Part Four.
[4] Idem.
[5] Sobre la invasión militar de EEUU a Panamá recomendamos tres libros, entre los muchos que se han publicado en Panamá y en el exterior: Olmedo Beluche, 1990, La verdad sobre la invasión, Panamá: CELA. Roberto N. Méndez, 1994, ¿Liberación... o crimen de guerra?, Panamá: CELA. Jose de J. Martínez, 1991, La invasión de Panamá, Panamá: Fundación Omar Torrijos.
[6] Philip Wheaton, 1992, Panama Invaded, Trenton: Red Sea Press
[7] Herbert Nelson Austin, , El corolario Bush. La intervención armada en Panamá,
[8] Soler T., Giancarlo, 1993, La invasión a Panamá, estrategias y tácticas para el nuevo orden mundial, Panamá: CELA.
[9] Coleen Acosta, 2003, Iraq: A Lesson from Panama. Imperialism and Struggle for Sovereignty,
[10] Coleen Acosta, idem.
[11] Julio Yao, 2009, “Para entender la invasión de Estados Unidos a Panamá”, Tareas, No133.
[12] Yao, idem.
[13] Jessica Wayne, 2008, Operation Just Cause: A Historical Analysis, Washington: COHA, 15 de julio.
[14] Jane K. Cramer, 2004, The Elusive Diversionary Theory of War and Panama, 1989: Using Qualitative ‘Tests’ Across Cases and Researchers to Break the Impasse, Ponencia presentada en la Conferencia de APSA, Chicago, septiembre.
[15] Parry, The Commander, ob.cit..
[16] Coleen Acosta, 2009, Iraq: a Lesson from Panama. Imperialism and Struggle for Sovereignty
[17] La expresión “sobre matar” (over-kill) tiene la connotación militar de abrumar al contrincante con la fuerza suficiente para pulverizarlo, según el general Colin Powell. Ver Bob Woodward, 1999, The Commanders, Nueva York: Simon & Shuster.

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