Muchos observadores de la política panameña se preguntan si la elección del nuevo Presidente de la República, Ricardo Martinelli, representa un giro hacia la derecha con relación al gobierno saliente. La misma pregunta se la hacen planteando si el triunfo de Martinelli representa el triunfo de una corriente de derecha que deja atrás la propuesta de más neoliberalismo de Balbina Herrera, abanderada del PRD. Durante la campaña, Martinelli enfatizó su compromiso con el tratado de libre comercio con EEUU e insistió que su política exterior se subordinaría a los dictados de Washington. Además, prometió una disminución de la tasa de impuestos para los más ricos. Al mismo tiempo, propuso “cambiar” el sistema educativo público, los servicios de salud y la seguridad social. En torno al Canal de Panamá no tiene propuesta que altere el actual panorama. En materia de ambiente, cultura, género y ciencia no compartió con el electorado sus preocupaciones.
En el caso de Balbina Herrera, la candidata perdedora, también dio garantías que impulsaría el tratado comercial con EEUU. Además, se distanció de los gobiernos independientes de la región subrayando su lealtad hacia Washington. Se comprometió a respetar el CAIR, modelo impositivo introducido por el actual gobierno. La candidata del PRD apoyó los planes para “descentralizar” los servicios públicos que privatizarían la educación, la salud y la seguridad social. Con relación al Canal de Panamá así como ambiente y género no presentó novedades. En materia de cultura y ciencia Balbina presentó algunas ideas que no serán consideradas por Martinelli.
Para responder a la pregunta si Martinelli representa un giro a la derecha, también se puede examinar la composición del grupo que lo acompañó durante la campaña y que ahora suena para integrar su consejo de gabinete. La mayoría son empresarios con formación en ingeniería y derecho, que se declaran ideologicamente de derecha. Hay algunos representantes de partidos políticos y de los medios. Entre los empresarios se destacan los que tienen intereses en el mercado nacional. El equipo aparentemente no cuenta con tecnócratas salidos de las escuelas “neoliberales”. Lo que no quiere decir que los despachos del sector económico del gobierno no se encuentren bien equipados con especialistas del trasnochado “Consenso de Washington”.
Entre las figuras que rodearon a Balbina Herrera se destacaron los neoliberales y un sector importante que se autodenomina socialdemócrata. El PRD es miembro de la Internacional Socalista pero su programa y militantes se declaran social-liberales. Este grupo fue reclutado por el General Torrijos en la década de 1970 y formaron una alianza con el Frente Empresarial del PRD. Los neoliberales se adhirieron en la década de 1990 ocupando posiciones claves en los ministerios del sector económico. Su presencia sigue siendo dominante y es probable que Martinelli los utilice para desarrollar sus relaciones con EEUU y las instituciones financieras internacionales.
La victoria de Martinelli redefine la derecha en Panamá. Desde 1994, con el triunfo de Pérez Balladares, se perfilaron dos tendencias en la derecha política. Por un lado, los neoliberales que encontraban su nicho de poder en las filas del PRD. Por el otro, una derecha más tradicional vinculada al mercado nacional, ligada al Partido Panameñista. Desde la invasión norteamericana (1989) cada uno gobernó en forma alternada dos períodos de cinco años cada uno. Sus gobiernos no se destacaron mucho por sus logros. Más bien queda el recuerdo del desgreño administrativo y la corrupción.
La nueva administración de Martinelli – que asumirá el poder el 1º de julio de 2009 - se encuadra ideológicamente con la llamada derecha tradicional. Sin embargo, el presidente electo no es panameñista. Creó el Partido Cambio Democrático en 1998 para apoyar a Mireya Moscoso (líder panameñista) en su campaña que la llevó a la presidencia en 1999. En 2004 lanzó su propia candidatura y fue derrotado en forma contundente.
El triunfo electoral de Martinelli en 2009 puede deberse, por un lado, a la crisis interna del Partido Panameñista que se agudizó como consecuencia de los cambios estructurales generados por las políticas neoliberales (énfasis en la economía de servicios, desaparición del mercado interno). El divisionismo terminó subordinando al panameñismo a Martinelli. Por el otro, el gobierno del PRD fue víctima del voto castigo por la falta de políticas coherentes. Para rematar, en la recta final de la campaña surgieron divergencias en la dirección del PRD.
Martinelli tendrá oportunidad de diferenciarse de los gobiernos PRD y panameñistas en dos áreas muy específicas. Pocos, sin embargo, creen que se esforzará demasiado. La primera será corregir el manejo administrativo del aparato gubernamental. La segunda será poner fin a la complicidad gobierno-empresa privada en la corrupción. Su equipo, sin embargo, al igual que los del panameñismo y del PRD, responde a una visión de derecha. Las políticas se diseñarán para beneficiar a los más ricos y castigar a los más pobres.
Mayoría del 60 por ciento
Martinelli sorprendió al país cosechando el 59 por ciento de los votos emitidos el domingo, 3 de mayo. La candidata del PRD, Balbina Herrera, sólo alcanzó obtener el 37 por ciento. Según el Tribunal Electoral, la participación alcanzó un 73 por ciento de la población con derecho a sufragar. El número indica una merma comparado a las últimas tres elecciones celebradas en Panamá.
El total de 900 mil votos obtenidos por Martinelli reflejan tres tendencias muy marcadas. Por un lado, el voto castigo contra el PRD. Por el otro, el aporte del Partido Panameñista que alcanzó niveles antes desconocidos por la agrupación. Además, una juventud que votó por una alternativa diferente y que sólo encontró a Martinelli.
Fue precisamente en el estrato joven donde Martinelli logró el mayor apoyo a su imagen que proclamaba el “cambio”. En los grupos de edad más viejos el PRD se recuperó un poco pero no lo suficiente para alcanzar al “magnate” de los supermercados. Balbina Herrera ganó en las comarcas indígenas y en las provincias de Colón y Darién.
El triunfo de Martinelli se notó más en las provincias centrales y en Chriquí. En esta última provincia casi llega al 70 por ciento de los votos. Sin embargo, donde fue más espectacular el triunfo de Martinelli fue en la región metropolitana. En los circuitos electorales de la ciudad de Panamá derrotó a los candidatos a diputado que tenían lustros atrincherados en sus baluartes. Además, le arrebató al PRD la Alcaldía de la ciudad de Panamá que en un principio los oficialistas creían segura. El alcalde electo, empero, tiene un juicio pendiente en el Tribunal Electoral por haber renunciado en 1996 a su nacionalidad panameña en EEUU, lo que legalmente le impide ejercer su ciudadanía.
La barrida de Martinelli influyó también sobre la composición de la próxima Asamblea de Diputados. La Alianza de Martinelli, formada por los partidos Panameñista, Cambio Democrático, Unión Patriótica y Molirena, le brindará al futuro Presidente una cómoda mayoría de 41 diputados (de un total de 71). El PRD tendría sólo una tercera parte (24) de las curules de la Asamblea. El Partido Panameñista tendrá 20 diputados.
Martinelli convocó a un gobierno de “Unidad Nacional” que, con los resultados de las elecciones a nivel de la Asamblea, no tendrá la urgencia que se suponía originalmente. Desde la invasión militar norteamericana de 1989 la Asamblea dejó de ser un cuerpo político dinámico. Sus iniciativas dependen casi en su totalidad del Ejecutivo. Martinelli tendrá que demostrar una cualidad que aún se le desconoce: capacidad de dirección política para impulsar su programa de gobierno.
La izquierda política
En la presente coyuntura, la izquierda política panameña se encuentra atomizada, sin poder presentar alternativas electorales al pueblo. En la coyuntura electoral de 2009, una alianza de fuerzas de izquierda levantó la candidatura de Juan Jované, profesor de Economía de la Universidad de Panamá, quien pretendió presentarse mediante la libre postulación. El Tribunal Electoral rechazó la solicitud de Jované señalando que sólo los partidos políticos estaban legalmente autorizados para presentar candidaturas a la Presidencia de la República. Jované llevó el caso a la Corte Suprema de Justicia alegando que el artículo que interpretaban los magistrados del Tribunal Electoral era inconstitucional. Faltando apenas tres días para las elecciones, la Corte Suprema dio a conocer, mediante un comunicado, su falló contra el Tribunal Electoral y a favor del recurso de Jované. Sin embargo, ya era muy tarde para introducir el nombre de Jované en la papeleta electoral.
Jované representa una fracción de la izquierda organizada políticamente. Otro sector de la izquierda, organizado en torno a FRENADESO, rechazó la convocatoria electoral calificándola de un “circo” de las clases dominantes. Hizo un llamado a la abstención o al voto en blanco. Entre las organizaciones pertenecientes a FRENADESO se destaca el poderoso sindicato de los obreros de la construcción, las asociaciones de profesores de secundaria, asociaciones estudiantiles y otros sindicatos.
La campaña de Jované contó con el apoyo del Partido del Pueblo (comunistas) y del Partido Alternativa Popular. También recibió el respaldo de poderosos sindicatos de los trabajadores de la industria de las bebidas, con asociaciones de empleados, grupos estudiantiles y otras organizaciones. Jované trabajó hasta el último día permitido movilizando el voto “protesta”. A su vez, anunció que inmediatamente después de las elecciones seguiría su campaña política de educación y movilización populares a lo largo del país.
Los movimientos sociales
La monopolización de los partidos políticos por parte de los sectores empresariales en los últimos 20 años ha obligado a los movimientos sociales a expresar sus reivindicaciones en las calles y campos. Los trabajadores han rechazado – sin éxito - la imposición de la flexibilización de las relaciones obrero patronales protestando en las calles de las ciudades del país. Los gobiernos han respondido con más legislación y represión. Durante la campaña que culminó en mayo de 2009, los candidatos a la Presidencia no se refirieron al problema del costo de la vida, del empleo informal y del empobrecimiento de los trabajadores. Sólo Juan Jované, cuya aspiración a ser incluido en el proceso electoral fue rechazado por el Tribunal Electoral, denunció la política laboral represiva del gobierno.
Las organizaciones comunales, tanto urbanas como rurales, tampoco encuentran expresión en las instancias políticas. Sus protestas se verifican mediante cierres de vías y manifestaciones públicas cotidianas. Martinelli enfrentará un descontento social permanente en torno a problemas como el agua, los caminos de acceso, la destrucción causada por la construcción de represas, la operación de minas y el desarrollo turístico. Comunidades de todo el país están siendo destruidas junto con ríos, playas y bosques.
Martinelli tendrá que enfrentar las protestas populares por la inexistencia de un sistema de transporte público, el abuso de los promotores urbanos (urbanizaciones, corredores y “tranques”), la violencia producto de la corrupción y de las guerras “territoriales” por el control del tráfico de drogas, de la prostitución, la explotación del trabajo infantil, entre otros problemas.
El incremento de la violencia y de la criminalidad se ha querido enfrentar con lemas como “calles seguras” o “mano dura” que están diseñados para reprimir a la juventud y aumentar la población carcelaria. El equipo que está siendo convocado para constituir el próximo gobierno, que seguirá asesorada por EEUU, no asocia el problema de la criminalidad con la cuestión social.
Economía
Martinelli le prometió a los empresarios panameños un gobierno que pondrá sus intereses por encima de todo lo demás. En primera instancia, señaló que reduciría en forma significativa los impuestos. Además, que les daría otros privilegios como subsidios, mayor flexibilización de las relaciones con los trabajadores y acceso rápido a los corredores del poder. Martinelli, sin embargo, no cuenta con un plan de contingencia para enfrentar los efectos de la crisis económica mundial que ya se siente en la economía y promete agudizarse en el transcurso del año.
Las promesas de Martinelli se enfrentarán a varios obstáculos. El principal será los intereses de los sectores financieros que controlan la mayor parte de la economía. Los empresarios de la banca y de la Zona Libre de Colón, quienes no pagan impuestos, requieren de un aparato estatal que funcione para lo cual necesita recaudar fondos. Desde principios de la década la recaudación tributaria ha crecido gracias al incremento de los peajes del Canal de Panamá. Otra fuente es el impuesto a la renta que incluye el CAIR y el ITBM. Además, en forma indirecta las cuotas de la Caja del Seguro Social.
Si Martinelli elimina el CAIR tendrá un problema muy serio para reemplazar esa fuente de ingresos. Tendría que afectar a los sectores vinculados a la economía de servicios que se exportan o tendría que incrementar los impuestos de los trabajadores. Algunos de los sectores cercanos a Martinelli plantea el “flat tax”, subir el ITBM y otros impuestos (como la gasolina). La otra manera sería reducir los servicios de educación, salud, seguridad ciudadana y seguridad social que presta el gobierno a la población, en general.
Todo indica que Martinelli preferiría enfrentarse a los sectores populares. Los diferentes sectores organizados ya se preparan para asumir la defensa de sus intereses. La falta de un instrumento político que los represente en las distintas instancias institucionales del país los dejará con un flanco débil. Hay indicios, sin embargo, que los trabajadores organizados en torno a la candidatura de Jované y de FRENADESO buscarán formas de unir fuerzas. Otro problema lo constituye una izquierda “torrijista” cautiva dentro del PRD sin probabilidades de separarse de sus “aliados” que encabezan la fracción financiera del capital panameño.
Política exterior
Los resultados de las elecciones panameñas aparentan marcar una tendencia contraria a la del resto de América latina que se mueve hacia la izquierda del espectro político. En política exterior no hay indicios de que las relaciones de Panamá con el mundo se mueva hacia posiciones que favorezcan al país. La política exterior seguirá en manos de los sectores más subordinados a EEUU, sin posibilidad alguna de proyectar políticas que promuevan el desarrollo de un mercado interno o alianzas con propuestas como ALBA.
Los aliados más próximos de Panamá, además de EEUU, serían los gobiernos de Colombia y México (declarados “estados fallidos” por Obama). Le seguiría en importancia estratégica Chile, después de un hipotético triunfo electoral de la derecha este año en ese país. Lo más peligroso en materia de política exterior es la insistencia de EEUU de querer instalar nuevamente una base militar en Panamá. Panamá podría convertirse en un segundo Haití, amarrada por acuerdos militares con EEUU y ocupada por tropas de otros países latinoamericanos. Este escenario daría pié para responder de manera contundente a la pregunta si la elección de Martinelli representa un giro a la derecha.
Ricardo Martinelli Berrocal tiene 53 años de edad y es oriundo de Soná, provincia de Veraguas. Es presidente fundador del Partido Cambio Democrático. Ocupó importantes cargos públicos en gobiernos pasados del PRD y del Partido Panameñista. La familia tiene importantes propiedades agrícolas y el presidente electo es socio principal del Ingenio La Victoria. Además, es propietario de la cadena de supermercados más grande del país. Estudio milicia en una Academia de EEUU.
Juan Carlos Varela, vicepresidente electo, tiene 56 años de edad, fue designado por Martinelli como futuro canciller de la República. Es presidente del Partido Panameñista que lanzó su candidatura a la Presidencia en 2008. Declinó posteriormente y se unió a la nómina de Martinelli. Su familia es propietaria de Varela Hermanos, S.A., donde se fabrican el seco (aguardiente) Herrerano y el ron Abuelo. Hizo estudios universitarios en EEUU. Es un militante de Opus Dei.
Panamá, 7 de mayo de 2009.
viernes, 8 de mayo de 2009
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En Panamá jamás ha existido la derecha como tal. Martinelli es meramente un mercantilista aliado con las familias antiguas que siempre han visto al país como una finca particular, un feudo medieval que les fue arrebatado en 1968. Sin embargo es peligroso el discurso marxista populista que pretende que sacando a la "oligarquía derechista" del poder se pueden cambiar las cosas. Panamá no necesita un Salvador Allende. Mucho ojo con esto.
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