Marco A. Gandásegui, hijo
Quien se levanta hoy con Cuba,
se levanta para todos los tiempos.
José Martí
El cincuentenario de la Revolución Cubana que se celebra hoy debe aprovecharse para mirar hacia el futuro sin dejar de ponderar sobre el pasado. El aporte más importante de la revolución cubana es su extraordinaria experiencia de la cual todos los pueblos pueden aprender para construir un mundo mejor, libre de injusticias, abierto a todos y solidaria en todos los planos. Hoy celebra el pueblo cubano y, muy especialmente, su juventud, junto con mujeres y hombres de todo el mundo que hacen suya la promesa revolucionaria de los héroes cubanos.
Además de mirar hacia el futuro, hay que revisar los logros de la revolución cubana. Para América latina, en primer lugar, desde la década de 1960 ha sido el faro de esperanzas para todos los que creen en un mundo mejor. Jóvenes latinoamericanos de todas las generaciones han luchado convencidos que sí se puede cambiar el mundo de injusticias y abrir trochas por donde pueden caminar todos hacia una sociedad nueva llena de oportunidades.
La Revolución Cubana no sólo ha sido una promesa. A pesar del bloqueo económico y militar norteamericano de casi cinco décadas, la población cubana cuenta con los mejores niveles de salud y de educación en el hemisferio occidental. Es la sociedad que le garantiza a todos sus miembros la mejor seguridad social y donde la criminalidad prácticamente no existe.
En la década de 1960 Cuba se enfrentó y sobrevivió a una invasión norteamericana y a la “crisis de los cohetes”. En ese mismo período alfabetizó a la totalidad de su población y organizó su potencial humano. En la actualidad, Cuba tiene misiones educativas y de salubridad en todos los continentes, apoyando los esfuerzos de muchos pueblos por salir de las tinieblas de la ignorancia.
Es precisamente el presente y futuro cubanos, ese faro de esperanza que ilumina la lucha de la juventud en todos los rincones de la tierra, que despierta la animosidad de quienes quieren bloquear su mensaje. En el siglo XXI Cuba sigue siendo el faro de la esperanza. No es casualidad que con motivo de los giros políticos que ha experimentado América latina a principios de este siglo – con los Chávez, Lula, Evo, Kirshner y otros - todos los análisis comienzan y terminan haciendo la ecuación con Cuba.
No cabe duda que en la lucha de los cubanos contra la adversidad de EEUU se ha elevado, como autentica expresión de liderazgo, la figura de Fidel Castro. A pesar de estar enfermo desde hace dos años, todavía sus análisis escritos son poderosas herramientas en manos de los jóvenes en todo el mundo. Con visión estremecedora, en 2002 Fidel apuntaba a la presente crisis mundial: “El actual orden económico mundial constituye un sistema de saqueo y explotación como no ha existido jamás en la historia. El prestigio de las instituciones financieras internacionales está por debajo de cero... La economía mundial es hoy un gigantesco casino. Por cada dólar que se emplea en el comercio mundial, más de cien se emplean en operaciones especulativas (ajenas a) la economía real”. Aun cuando Fidel ya no es el presidente de Cuba, para todos sigue siendo el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana.
La Revolución Cubana no sólo tiene como enemigo implacable las elites gobernantes de EEUU. Fidel anotó en su momento que todos los logros de medio siglo pueden esfumarse producto de los errores de los propios cubanos. La revolución tiene que ser dirigida con habilidad y audacia. Pero existen elementos internos que corroen sus estructuras generando corrupción, una burocracia inmóvil y la rutinización. En estos momentos Cuba atraviesa un período de transición de su liderazgo. Los viejos cuadros del Movimiento del 26 de Julio están cediendo sus puestos a una nueva generación, que enfrenta un mundo cambiado, pero con los mismos problemas – quizás más agudos – producto de un desarrollo capitalista mundial cada vez más contradictorio e injusto.
Cuba ha creado una sociedad igualitaria, donde las diferencias todavía se palpan a nivel de la burocracia y también en cuestiones étnicas y de género. Obviamente, estas diferencias palidecen frente a la explotación clasista y al racismo y sexismo institucionalizados prevaleciente en EEUU y en los demás países del mundo. La cuestión étnica fue planteada por el gran poeta Nicolás Guillén: “el problema negro en Cuba es el problema del blanco”. En otras palabras, es un problema que la nación arrastra como grilletes de su pasado y que se definirá cuando el proyecto de nación llegue a su próximo estadio. El caso del sexismo, también institucionalizada al comienzo de la Revolución, ha experimentado un giro de 180 grados creándose nuevas condiciones.
Cuba no está al margen del desarrollo capitalista. Acusa todos los golpes de las crisis periódicas de su expansión desigual. La diferencia es que Cuba tiene las estructuras económicas y sociales – construidas en los últimos 50 años – capaces de absorber y transformar los traumas que en otros países con estructuras dependientes significan hambrunas y destrucción. Cuba ha logrado transformar una población que en la primera mitad del siglo XX era semi-analfabeta en un ejército de técnicos, ingenieros e intelectuales capaz de enfrentar problemas y resolverlos.
Pero esta transformación no significa que ahora los cubanos sólo son técnicos capaces de resolver problemas. Este es precisamente el anhelo de los capitalistas: tener una población técnicamente capacitada para producir un creciente excedente que luego le es arrancada por el sistema asalariado. El reto y la promesa de la Revolución Cubana es convertir esa nueva capacidad creativa en la plataforma para que aparezcan los nuevos hombres y mujeres de la sociedad pos-capitalista, solidarios y comprometidos con la justicia social.
Un saludo de año nuevo, de 50 años más de Revolución, a los héroes como Fidel, Camilo, el Ché, así como a todos los héroes anónimos que hoy construyen la nueva sociedad en la isla tan amada por Martí.
Panamá, 1º de enero de 2009.
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