Según el sociólogo norteamericano, Immanuel Wallerstein, el “mundo ha recibido a Obama con los brazos abiertos”. Agrega, sin embargo, que el presidente Barack Obama no puede revertir el declive de EEUU. En América latina la reacción a la elección de Obama fue muy positiva, desde La Habana, pasando por Caracas, hasta Buenos Aires y Santiago de Chile.
Después de un mes en la Casa Blanca, hay cierta confusión en cuanto a las intenciones de Obama. Para algunos, Obama es un “imperialista liberal” que cree que todos pueden alcanzar las metas de desarrollo si respetan las reglas del mercado. Otros lo califican como un “imperialista humanitario” que avala las guerras a nombre del bienestar de las víctimas.
El triunfo de la reforma constitucional mediante referéndum en Venezuela, que le permitirá reelegirse al presidente Hugo Chávez, es una prueba que tendrá que enfrentar Obama en sus relaciones con América latina. Llamó la atención de todos los latinoamericanos que pocos días antes de juramentar su cargo, Obama se refirió al gobierno de Venezuela como “exportador de actividades terroristas”. Según Obama “estas actividades no constituyen una buena conducta internacional”. La prensa norteamericana interpretó los comentarios de Obama como la continuación de la política ofensiva del presidente Bush, quien acababa de abandonar Washington con mucha pena y sin gloria.
La agresividad de Obama contradice sus declaraciones de apertura aparente. Ya había señalado “que la responsabilidad (de Washington) no debe ser la de dictar políticas. Más bien, debemos buscar formas de cooperación y el interés mutuo”. Obama personalizó su ataque a América latina señalando que “(el presidente) Chávez ha sido una fuerza que ha bloqueado el progreso en la región”. La ofensiva de Obama reiteró los ataques de Bush quien señalaba que Venezuela financiaba la guerra de liberación nacional colombiana que nació a principios de la década de 1950.
Chávez le respondió a Obama pidiéndole que “recapacitara y que tomara su papel en forma más seria”. El presidente venezolano dijo que “espero que esté equivocado, pero todo indica que (Obama) va por mal camino. Tendrá que demostrar lo contrario”. Durante la campaña electoral Obama había señalado que estaba dispuesto a sentarse a dialogar con Chávez, al igual que con Raúl Castro y Evo Morales, en busca de mejores relaciones con la región latinoamericana.
Las declaraciones de Obama fueron reiteradas por el secretario de Defensa, Robert Gates, ante un comité en el Senado. Según se informó, Gates manifestó que le preocupaba la relación de Irán con “movimientos de izquierda en la región”. El funcionario agregó que las supuestas actividades de Irán son llevadas a cabo en Venezuela, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Bolivia. La forma de presentar el problema por el alto funcionario norteamericano refleja la arrogancia tradicional del gobierno de Washington. En primer lugar, EEUU exige que las relaciones de los países latinoamericanos deben ser aprobadas por su gobierno, en el marco de su Doctrina Monroe. En segundo lugar, los gobiernos de la región no son más que “movimientos”. Es decir, carecen de legitimidad o representación política.Si EEUU pretende mejorar y ampliar su política hacia la región – rebasando su interés tradicional en la venta de armas y en reforzar su monopolio comercial – tiene que buscar nuevas fórmulas. Aquí radica el entusiasmo que despertó la elección de Obama en América latina. Tal como dice Wallerstein, el mundo recibió a Obama con los brazos abiertos. El nuevo mandatario no tiene porque responderle a los pueblos y gobiernos latinoamericanos con un puño cerrado.
19 de febrero de 2009.
viernes, 20 de febrero de 2009
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