El mundo entero y, especialmente, los pueblos y gobiernos de América latina repudiaron el golpe de Estado que separó al presidente Manuel Zelaya de su cargo en Honduras. Fue un clásico golpe militar auspiciado por la derecha política, aplicando las enseñanzas de los manuales aprendidos en la Escuela de las Américas y de la CIA.
En Honduras los militares tomaron sus posiciones y ungieron a un presidente usurpador. Mientras tanto, en Panamá, Ricardo Martinelli, político de derecha asumió ayer la primera magistratura de la República después de haber ganado elecciones convocadas en el marco de la Constitución Política. Mientras que el presidente Zelaya era secuestrado y expulsado de su país por los militares, en Argentina la derecha política ganaba elecciones parciales que le dio mayoría en el Congreso de ese país del Cono Sur.
En el caso de Panamá, el nuevo presidente de Panamá, Ricardo Martinelli, reemplazó a un mandatario cuyo partido fue fundado por el general Omar Torrijos y es miembro de la Internacional Socialista. Al mismo tiempo, sin embargo, aplicaba las recetas neoliberales del Fondo Monetario Internacional (FMI). En Argentina, la presidenta Cristina Kirchner es dirigente del partido Justicialista, fundado por Juan D. Perón, pero no pudo evitar que la derecha la derrotara en la urnas.
La derecha hondureña podía esperar hasta diciembre de este año para llevar sus aspiraciones de poder al pueblo que estaba convocado para ir a las urnas en el marco de elecciones generales. Se sabían derrotados de antemano y planearon su golpe de Estado. La derecha hondureña tenía buenos motivos para estar asustada. El presidente Zelaya estaba modernizando a un país que se había quedado muy atrás.
Con cada día que pasaba se afianzaba más la democracia en Honduras. Los terratenientes, rentistas y exportadores tendrían que sentarse en el Congreso con representantes del pueblo. Zelaya todavía tiene espacio para regresar a Honduras. Evo Morales (2008), Hugo Chávez (2002) y Omar Torrijos (1969) dieron sus contragolpes.
Ante los hechos acaecidos el domingo, la OEA, la ONU, los países centroamericanos y EEUU declararon que sólo reconocían al presidente Zelaya. Como en el caso de Bolivia, los presidentes del grupo ALBA pero también otros mucho más moderados (Lula, Tabaré Vázquez, Cristina Fernández de Kirchner, Michelle Bachelet, Oscar Arias), temen una vuelta a la década de 1970. En todos los países la derecha quiere defender sus enormes márgenes de ganancia amenazados por la crisis y por las reivindicaciones de los trabajadores.
A pesar de las declaraciones de Obama, EEUU aún no ejerce presión sobre los golpistas. La secretaria de Estado, Hillary Clinton, dijo que su país no estaba listo para calificar formalmente de golpe militar al derrocamiento. Semejante declaración obligaría a suspender la transferencia de millones de dólares a Honduras. Clinton también se rehusó a comprometerse explícitamente a trabajar por el retorno del presidente Zelaya, diciendo únicamente que quería la restauración del “orden plenamente, democrático y constitucional”.
Los golpistas siguen recibiendo apoyo financiero de EEUU por medio del Fondo Nacional para la Democracia, del Instituto Republicano Internacional y del Instituto Democrático Nacional para las Relaciones Internacionales. Además, los dos generales que encabezaron la asonada militar fueron entrenados en tácticas de desestabilización en Fort Benning (la Escuela de las Américas). El general Romeo Vásquez, quien encabezó el golpe hondureño, asistió en dos oportunidades a la Escuela de las Américas, en 1976 y 1984. El general de la Fuerza Aérea, Luis Javier Prince Suazo, quien también participó en el golpe, recibió entrenamiento en la Escuela de las Américas en 1996.
Panamá, 2 de julio de 2009.
viernes, 3 de julio de 2009
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