La elite panameña (al igual que otras en el mundo contemporáneo) considera las riquezas del país como un botín. Son recursos que explotan para su propio beneficio, sin un plan de desarrollo y sin un programa coherente para incluir a los sectores populares.
En el caso de las elites políticas y su relación con las formaciones urbanas (ciudades), ocurre lo mismo. La ciudad constituye un espacio que genera riquezas producto de las actividades de sus residentes. Toda clase de intercambios se efectúan diariamente generando rentas. Los espacios urbanos son cotizados en función de las demandas que generan, produciendo competencia y conflictos. A su vez, si no existe un plan de crecimiento que armonice los diversos intereses, se desata la corrupción desenfrenada.
Este es el caso, lamentablemente, de la ciudad de Panamá. Todos los días se observa en los medios como las autoridades municipales convierten la ciudad en un mercado “persa”, donde todo se compra y se vende. Se cambian las leyes y las reglas para beneficiar algún “juega vivo” o especulador. Las líneas de construcción y las líneas de transporte son violadas sistemáticamente en función de algún negocio.
El presidente Ricardo Martinelli ha despertado expectativas y, a su vez, preocupación en torno a su propuesta de un nuevo sistema de transporte colectivo para servir a la ciudad de Panamá llamado “Metro” (tren subterráneo). La propuesta puede aliviar el problema a más de un millón de personas que se trasladan en el área metropolitana diariamente. Por otro lado, sin embargo, preocupa a muchos que la propuesta sólo sea un globo para justificar algún negocio turbio que se prepara en los círculos políticos más encumbrados del país.
En este sentido, llaman la atención las declaraciones del presidente de la Asamblea de Diputados, José L. Varela, quien sin fundamento, estudio previo o elementos de juicio anuncia que el terreno sobre el cual descansa ese poder del Estado se convertirá en el terminal del “Metro”. Es una propuesta que sólo puede justificarse en el marco de un negocio. En el pasado reciente otros diputados han hecho propuestas similares. Incluso un presidente de la Asamblea propuso hace una década construir un palacio legislativo adosado a un hotel con casino.
Los terrenos actuales deben ampliarse en un proyecto integral para el barrio histórico de Santa Ana. Por su lado, el “Metro” también debe contemplarse en forma integral, a largo plazo, que mitigue los serios problemas de transporte de la Capital.
El “Metro” debe concebirse como proyecto que se extienda desde Capira a Chepo, unos 80 kilómetros. Los ramales más necesarios – San Miguelito, 24 de diciembre y Chilibre – deben recibir atención prioritaria. El terminal de esta obra debe concebirse de manera racional y no sobre la base de una coyuntura muy particular de la elite política.
En 1998 se realizó un estudio sobre el desarrollo urbano de la región transítmica (las ciudades de Panamá y Colón) que ha estado engavetado desde que se entregó a las autoridades gubernamentales. Los especialistas traídos de distintas partes del mundo recomendaron un crecimiento urbano basado en “nodos” de desarrollo. En el caso de la ciudad de Panamá, la urbe se extendería sobre un total de cinco nodos que irían desde Tocumen-24 de Diciembre hasta La Chorrera. Los otros tres nodos serían San Miguelito (Villa Lucre), el área del actual centro financiero y Balboa.
El “Metro” tendría que seguir una lógica parecida a la propuesta por el plan de desarrollo urbano aprobado hace 10 años. Un sistema rápido de transporte urbano puede contribuir al orden de la ciudad si es concebido y ejecutado de manera racional.
Panamá, 6 de agosto de 2009.
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